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Ante la agresión: estrategias para el manejo del conflicto.

Hasta el momento hemos visto herramientas útiles para la prevención de la agresión en el aula.  Sin embargo, hay casos en los que éstas no logran sus objetivos, entonces aparece la violencia.

La agresión en el aula de clase puede adquirir varias formas específicas:

Por un lado, se presentan los conflictos típicos entre los niños debido a divergencias sobre el uso de objetos, sobre sus necesidades o sobre sus valores.

Los conflictos producidos por estas diferencias son de esperarse.  Corresponden al proceso natural de aprendizaje de los niños sobre el manejo de sus impulsos y la expresión adecuada de sus deseos.  En este sentido cualquier niño puede recurrir en algún momento a la agresión como forma inadecuada de comunicación, sin que esto sea razón de inquietud.

Por otro lado, puede aparecer la agresión en algunos niños como una forma habitual de comportamiento.  En este caso la agresión ha dejado de ser una reacción puntual inapropiada a las diferencias cotidianas, para convertirse en un patrón que invade todas las relaciones del niño con el mundo.

La instalación de la agresión como patrón de comportamiento sí constituye un factor inquietante. Indica que algo de magnitud considerable está sucediendo en el niño o en su mundo y hay que tomar medidas para remediarlo.  De otro modo, se producen patrones cada vez más disfuncionales en el niño, y reacciones más adversas en su entorno.

La agresión en el aula debe ser frenada por el docente a través de alguna estrategia eficaz.  De otra manera, el ámbito escolar se estaría convirtiendo en replicador de la violencia.

Para lograr este objetivo son clave la serenidad y la neutralidad del docente: sólo de esta forma puede mediar entre agresores y víctimas sin tomar parte en el conflicto.  Por tal motivo, es esencial que el docente sea consciente de sus sentimientos, ante la escena violenta.  

Reflexionemos 

Un espacio para la exploración de nosotros mismos


¿De qué manera(s) maneja usted el conflicto en el aula?

Reflexione con sinceridad sobre las siguientes preguntas.  Si lo desea, escriba sus respuestas.  (Sería valioso que reflexionara sobre estos planteamientos durante la semana de la tarea):

 

a)¿Qué siente usted cuando `estalla´ un conflicto dentro del aula de clase (¿se presenta una discusión agresiva o una pelea con violencia física?)

 

b)¿Le es fácil o difícil manejar el conflicto? (Explique su respuesta)

 

c)Mencione algunas estrategias para que el docente maneje los conflictos que se presenten entre sus alumnos.

 

d)¿Cómo se siente usted ante los alumnos típicamente catalogados como `difíciles´ (irrespetan repetitivamente la autoridad, son inestables y necios, son conflictivos con sus pares, etc)?  (Explique su respuesta).

 

e)¿Cómo reacciona Ud. ante tal tipo de alumnos (los denominados `difíciles´)? ¿Cómo?

 

f)Aporte algunas recomendaciones para el docente en las relaciones adecuadas con los alumnos, que retan su autoridad o sus límites.

 

Lectura

Enfrentando la agresión en el aula

 

Cuando la agresión se presenta en el aula, es decir, cuando aparecen los golpes, los insultos, la intimidación entre los niños, es esencial que el docente intervenga.  Hay varias razones para esto:

“Primero, si le permitimos a los niños pequeños usar comportamientos violentos y destructivos para expresar sus sentimientos o ganar atención y otras recompensas, es probable que ellos muestren patrones de violencia, que continúan o se escalan, a medida que se tornan mayores”.

 

Por el contrario, “el detener el comportamiento violento temprano de los niños ayuda a prevenir que desarrollen patrones de comportamiento agresivo que puedan llevar a una violencia severa posterior”.

“Segundo, si la violencia es permitida en el programa de niñez temprana, otros niños puede que aprendan a aceptarla e imitarla. Alternativamente, ellos puede que aprendan a temer y a someterse a la violencia, perpetuando de este modo un ciclo de violencia y victimización incrementada”.

 

“Tercero, si queremos que los niños aprendan el mensaje que la violencia puede ser detenida y reemplazada con alternativas no violentas, entonces, debemos demostrar estos principios en el mundo social de los niños.  Si se permite que continúe la violencia en los salones de clase o los centros de cuidado de los niños, ¿cómo podemos esperar que los niños crean que puede ser parada en otras partes?”

Al frenar la agresión, es esencial que el docente tenga en cuenta varias recomendaciones:

Por una parte, debe hacerlo de manera serena, como si se estuviera refiriendo a cualquier otro tipo de conducta.  Cuando el educador reacciona de manera enojada, descontrolada o fuerte ante el comportamiento violento de los niños, paradójicamente está propiciando que la situación se repita debido a la intensa atención que le está brindando al hecho.

 

Los niños necesitan atención; si no la logran de manera positiva pueden buscarla por medio de actos negativos como la agresión.  Denominamos a este aspecto `atención negativa´.  La atención negativa puede constituir una recompensa en tanto el niño(a) siente que logró que se fijaran en él y causó una perturbación que evidencia su presencia y su poder.  Es recomendable, en general, no brindarle excesiva importancia a la escena agresiva, es decir, salir de ella tan pronto como sea posible.  De este modo, tampoco se está estimulando a los otros niños a situarse como espectadores.

Debe evitarse también el extremo contrario, es decir, no puede `ignorarse´ la agresión.  Cuando esto sucede, a menudo el agresor interpreta que si los adultos permiten la agresión sin adoptar ninguna medida, entonces está bien.

 

Slaby y sus colegas sugieren una estrategia para lograr los dos objetivos señalados:

El docente puede intervenir de manera serena y brindándole atención a la víctima.  De esta forma el agresor no es recompensado.  Al dirigirse a la víctima, el educador le está brindando apoyo.  Además de esto debe empoderarla, es decir, hacer alusión a su poder para detener la agresión.  Ilustremos esto con un ejemplo:

 

Miguel, de 4 años, le quita violentamente un juguete a Susana, también de 4 años.  Ella comienza a llorar.  El profesor se acerca a ambos y se dirige a Susana, diciéndole: “Susana, dile que te devuelva el juguete.  Exprésale lo que sientes porque te lo quitó”.

Al empoderar al niño para defenderse adecuadamente ante la agresión, se está permitiendo que construya herramientas para manejarla en situaciones posteriores sin permitir ser victimizado.  Además, se le está permitiendo al niño construir una autonomía cada vez mayor de los adultos.

Slaby y sus colegas proponen un procedimiento aún más meticuloso en el caso de que el niño sea muy pequeño: el educador se puede parar entre el agresor y la víctima, y mirando a la víctima le sugiere frases concretas para que vaya asimilando elementos que aún le son extraños.  Por ejemplo, “Susana, dile: “no me quites el juguete.  Estoy jugando con él”.

 

Durante el evento de agresión, no se le presta más atención al victimario de la estrictamente necesaria.  Puede ser conveniente, por ejemplo, decirle de manera tranquila una sola vez: “no se permite arrebatarle los juguetes a los otros”. (Esta norma debe haber sido planteada previamente).

En caso que se trate de un niño que está haciendo uso de la agresión de manera repetitiva y ya conoce las normas, puede ser más conveniente no hablarle en absoluto en ese momento.  Slaby y sus compañeros enfatizan la importancia de no sermonear al agresor recurrente, pues, de este modo simplemente se le está brindando atención negativa.

 

Sin embargo, sí es indispensable prestarle atención al agresor en otro momento, fuera de la escena violenta.  El niño que está comportándose así necesita urgentemente que se le trate de manera afectuosa y cálida y se le aporten diversos elementos:

 

a)El agresor requiere que se le brinden explicaciones y sustentaciones sobre los efectos de sus actos.  A veces el niño se está comportando de la manera que lo hace, porque no comprende claramente la forma en que afecta a los otros.

 

b)En otros casos el niño(a) necesita que se le aporten alternativas adecuadas para relacionarse con sus compañeros.  Puede suceder que comprenda cómo la forma en que está interactuando no es apropiada, pero no sepa hacerlo de otra manera.  Este niño necesita que se le enseñen habilidades sociales.

 

c)A menudo el niño(a) agresor está desahogando con sus acciones el malestar contenido que ha acumulado en otras situaciones.  Tal vez en su hogar hay dificultades; puede haber violencia entre su padres o puede estar siendo sometido él mismo a descalificación o castigos excesivos.  Por tal razón el agresor necesita también muchísima escucha y afecto.  El maestro debe acercarse a él (fuera de la escena de agresión) y explorar si le sucede algo y puede ayudarle.

 

No es conveniente solicitarle al agresor recurrente pedirle excusas a la víctima.  En su caso, éstas no serían sinceras y podrían, por el contrario, promover un patrón según el cual el niño cree que con solicitar excusas va a enmendar su agresión intencional.

Además de proveer atención para el agresor, la excusa es forzada y no sincera, como el agresor y la víctima generalmente saben.  Más aún, ambos niños pueden quedar con la idea que está bien herir a alguien, siempre y cuando uno diga que lo siente después.  De hecho algunos niños pequeños aprenden a pedir excusas profusamente después de actos violentos deliberados, y parecen esperar el elogio de los adultos por su solicitud.

 

“Los profesores pueden utilizar el razonamiento en vez de esto y enseñarle tanto al agresor como a la víctima que herir deliberadamente a otros NO es aceptable, ni se hace correcto por medio de una simple excusa verbal, y resultará en consecuencias significativas”.

Una alternativa de gran utilidad para el caso del agresor recurrente es el uso de “consecuencias”.  Éstas constituyen los efectos consecuentes a la agresión repetitiva.

Slaby y sus colegas insisten en no administrar las “consecuencias” como si fueran sanciones.  Se les debe quitar el matiz punitivo y manejarlas con ecuanimidad y neutralidad ante el niño(a).  Simplemente, son efectos que van a obtener si cometen una infracción.

 

Proponen tres tipos de consecuencias:

a)En primer lugar están las relacionadas con la infracción.  Implican privar al niño(a) de un recurso al que está accediendo de manera inadecuada.  Por ejemplo, si le está quitando el turno a alguien, puede ser enviado al último lugar de la fila.  Si le ha quitado un juguete a otro niño(a), puede quedarse sin este juguete por un tiempo mayor al correspondiente (5 ó 10 minutos más sin él).

 

b)En segundo lugar están las reparaciones. Consisten en solicitarle al niño(a) de manera inmediata la realización de acciones que compensan en alguna medida el daño infligido.  Por ejemplo, traer hielo para ponerle al niño aporreado en el brazo, recoger todos los pedazos de un objeto que quebró al lanzarlo violentamente al suelo, etc.

 

c)Finalmente, está la opción de práctica substitutiva e inmediata de la conducta esperada.  Por ejemplo, se le puede pedir a un niño que le acaba de arrebatar a otro un juguete, que nos muestre cómo sí debería solicitar a  otro sus objetos.  Este comportamiento puede ser ensayado varias veces, con una exhortación acerca de hacerlo así la próxima vez.

 

Como la agresión no se permite, tampoco debe autorizarse la retaliación, la `revancha´.  Debe enseñarse a los niños que la violencia nunca es admisible, ni siquiera como respuesta a la violencia misma.  La retaliación produce un efecto de escalamiento de la violencia hacia niveles cada vez más severos.

Para el agresor recurrente, se recomienda una intervención especial e individualizada.  Dicha intervención puede constar de varios aspectos:

 

-Es conveniente, según las condiciones, realizar una intervención multidisciplinaria.  El agresor recurrente en general está evidenciando conflictos y situaciones que exceden el ámbito escolar.  En este sentido, podría ser necesario el apoyo terapéutico y la intervención al grupo familiar, además del apoyo del docente.

 

-Otro recurso valioso consiste en establecer con el agresor un `acuerdo de trabajo´.  Para ello, el educador dialoga con el alumno y le explica la importancia que trabajen juntos en la modificación de sus comportamientos.  Debe sustentarle claramente las ganancias implicadas en el proceso, por ejemplo, `vamos a mejorar tus relaciones con tus compañeros. Así, puedes tener más amigos´.

Slaby y sus colegas sugieren plantearle al niño el concepto de `hábitos problemático´ que pueden ser variados:

 

“Una prevención de la violencia significativa requiere mucho más que impartir una comprensión de la naturaleza y las consecuencias de la violencia.  Exige que los niños aprendan nuevos comportamientos y formas de pensar y, a menudo, que ellos cambien comportamientos existentes.  Introducir el concepto de HÁBITOS es una forma de ayudarle a los niños a comprender la viabilidad de cambio del comportamiento y, en consecuencia, la posibilidad de transformar los comportamientos violentos.  Los niños pequeños pueden entender, si se les dan algunos ejemplos, que un hábito es algo que uno hace una y otra vez sin pensar acerca de ello.  Motivarlos para que den ejemplos de `buenos hábitos´ (por ejemplo, lavarse los dientes, decir `gracias´), avanza la comprensión de los niños.

 

Hábitos problema, los cuales algunas personas llaman `malos hábitos´, causan líos para la persona y algunas veces para los demás.  Los profesores pueden explicarle a los niños que todos  –incluidos los mayores, incluso LOS PROFESORES– tienen algunos buenos hábitos y algunos hábitos problema.  Los hábitos problema de los adultos, tales como el fumar, pueden incluso ser mencionados como ejemplo.  Se le puede enseñar a los niños que la gente puede aprender hábitos buenos, nuevos, y cambiar hábitos problema, pero que hacerlo toma tiempo y práctica.  Alguien con un hábito problema no es una mala persona, sino más bien simplemente tiene un hábito que necesita cambiar”.

 

“…Si el niño es incluido en el proceso y puesto a cargo (en la medida de lo posible) de desear cambiar y controlar su propio comportamiento, entonces, los métodos de cambio de comportamiento pueden estar entre las herramientas más poderosas disponibles para empoderar a los niños para alcanzar esas metas. El profesor y el alumno entonces se vuelven socios trabajando juntos hacia las mismas metas, más bien que adversarios en el proceso del cambio de comportamiento”.

El establecimiento del acuerdo de trabajo, implica la clarificación de las consecuencias que el niño(a) debe esperar mientras continúe con las conductas indeseadas.


“Los niños pueden estar más altamente motivados para trabajar en cambiar sus propios hábitos agresivos una vez están convencidos a través de los esfuerzos de prevención de la violencia educacionales que detener la violencia es necesario y valioso personalmente”.

“Como grupo, los niños pueden proporcionar una serie de consecuencias para los actos violentos y pueden ser estimulados en una variedad de formas para evaluar la meta y el proceso de cambiar sus propios hábitos para ver el hacerlo como una fuente notoria de logro y orgullo”.

-Dentro de las consecuencias a ser consideradas está el `time-out´ o retirada temporal de alguna actividad.  Al establecer dicha consecuencia, se le puede sustentar al niño(a), por ejemplo, `si le quitas los juguetes a alguien o le derrumbas las construcciones a los otros, será necesario que te retires por un rato´.

Al aplicar esta sanción, se le dice serenamente al niño(a), `está prohibido quitarle los juguetes a los otros.  Debes retirarte por 5 minutos´. (Se le puede explicar cuánto es esto).  Si es necesario se acompaña al niño hasta la zona del `time-out´.  Ésta puede ser a un lado del salón o de las actividades recreativas.  Nunca se debe administrar el tiempo de retirada en un aula sola o cerrada.

 

-Las consecuencias a las infracciones deben combinarse con una gama de opciones de atención positiva: puede haber recompensas materiales (pegatines, dulces, la oportunidad de ayudarle al docente con labores especiales, etc.).

 

-Estas recompensas pueden combinarse con el reconocimiento a las acciones del niño.  Por ejemplo, si después de un tiempo el niño regresa amistosamente a sus compañeros, se le puede señalar este aspecto.

El maestro debe estar atento a resaltar los comportamientos sociales del niño.  De este modo le está mostrando, que cuando realiza acciones agresivas, enfrenta inevitablemente consecuencias.  Y, cuando sus conductas son constructivas, va a recibir efectos gratificantes.

A medida que el niño avance en sus cambios, es importante introducir el elemento de la autogratificación y la recompensa interna y personal por los comportamientos adecuados.  De esta forma, el niño se va independizando cada vez más de las recompensas materiales y del reconocimiento del docente.

 

Para trabajar con los niños y las niñas

Avanzando en el sendero de la docencia

 

A continuación aparece un ejercicio para que usted, Sr.(a) docente, reflexione profundamente sobre el manejo de conflictos en el ámbito escolar y logre avances en esta dirección.

 

Sea mediador en los conflictos y promueva la generación de alternativas

 

Un aspecto fundamental para la prevención de la agresión en el aula y la promoción de patrones de convivencia pacífica es la ruptura de la dialéctica `agresor-víctima´.  En otras palabras, el docente debe evitar que en un conflicto estos lugares sean promovidos.  Para ello, debe mediar adecuadamente, no brindándole atención al agresor, dándole apoyo a la víctima y “empoderándola” para que aprenda a defenderse al ser atacada.

 

Durante la semana, esfuércese por intervenir según estas indicaciones cuando alguno de los niños agreda a otro.  (Tenga en cuenta los elementos planteados en la lectura de esta unidad).  Haga sus intervenciones de manera serena y neutral.

 

Otro elemento relevante de la autoridad es promover en los alumnos un espíritu crítico, cultivando de esta forma su autonomía. Trabaje también en esta dirección durante la semana.  Cuando se presenten conflictos entre los niños, actúe como mediador: no solucione el problema, simplemente intervenga de manera calmada, facilitando que ellos mismos encuentren alternativas.  Escuche a ambas partes y propicie que entre ellos los niños negocien.

 

Puede también aprovechar espacios en los que no haya conflictos; proponer a sus alumnos situaciones hipotéticas y debatir con ellos sobre las opciones disponibles para enfrentarlas.  De este modo ellos comprenderán que los seres humanos generalmente tenemos múltiples oportunidades ante los conflictos.

Alternativas

Algunas herramientas para la aplicación

 

A continuación aparecen algunas sugerencias para avanzar en el manejo de conflictos en el aula, y para facilitarle a sus alumnos la negociación ante las diferencias:

 

-Intervenga SIEMPRE en incidentes de agresión, pero de manera calmada.  De esta forma está evitando dos extremos inadecuados: si no interviene e ignora la agresión, los niños pueden interpretan que `agredir es permitido´.  Si reacciona de manera fuerte, agitada o perturbada, puede estar alimentando patrones de atención negativa, es decir le brinda recompensa al agresor, sin que esa sea su intención.

    

-Cuando intervenga, préstele atención a la víctima, no al agresor.  De esta forma, él no es recompensado.  Al dirigirse a la víctima, el educador le está brindando apoyo.  Además debe empoderarla, es decir, hacer alusión a su poder para detener la agresión.  Al empoderar al niño para defenderse adecuadamente ante la agresión, se le está permitiendo que construya herramientas para manejarla en situaciones posteriores sin permitir ser victimizado.  Además, se le está permitiendo al niño construir una autonomía cada vez mayor de los adultos.

 

-Háblele al agresor recurrente sobre los `hábitos buenos´ y `hábitos problemáticos´. Transmítale la idea de que los comportamientos se pueden cambiar; que todas las personas tienen costumbres buenas y malas, pero que se puede optar por variar una mala costumbre.

 

-Establezca un acuerdo de trabajo con el agresor recurrente.  Explíquele al niño que le va a ayudar a reemplazar X comportamiento (sea específico en el comportamiento agresivo a que se refiere) por otras estrategias más efectivas y aceptables. Comuníquele las consecuencias de seguir utilizando este comportamiento.  Por el contrario, explíquele los efectos que logrará al acogerse a los comportamientos prosociales.  Bríndele un seguimiento preciso al niño en el que combina la aplicación oportuna y clara de las consecuencias con el reconocimiento de sus acciones prosociales, y un acompañamiento especialmente afectuoso y cálido.

 

-Esté vigilante de las situaciones en que se presenta la conducta inadecuada para intervenir antes que se genere agresión.  Ayúdele a tener éxito en evitar la agresión y bríndele reconocimiento ante esto.  Por ejemplo, su usted ha observado que el niño(a) tiene dificultades en el momento en que hay que compartir juguetes, cuando se presente esta situación intervenga oportunamente dándole al niño sugerencias para realizar la acción apropiadamente y luego señálele `cómo colaboró de bien con sus compañeros´.

 

Control del enojo

 

-Juego de roles: es colocarse en ‘los zapatos del otro’ cuando el otro está enojado, para identificar qué es lo que provoca el enojo.  Se toma un caso real de lo cotidiano, ejemplo, que dos compañeros pelean; es una forma de evidenciar los efectos del no control de la ira.  Se dramatiza la pelea de los compañeros y todos tienen que aportar para hacerlo más real, teniendo en cuenta cambios fisiológicos, como por ejemplo del rostro.

 

-Lectura de un caso real de la misma aula de clase: se tiene en cuenta algún caso de un niño que perdió algo a raíz de un episodio de ira y enojo, por ejemplo, casos de padres, hermanos, tíos, que han muerto en riñas, que están en la cárcel, que están lesionados etc.

 

-Realizar un análisis de esta lectura: ¿Qué enoja a los personajes de la historia? Identificar cuáles fueron los motivos que hicieron enojar a estas dos personas para llegar o desencadenar este conflicto.

 

 

¿Es correcta o justa la reacción?

 

-Se reflexiona sobre los juicios de valor; si se justifica o no la reacción violenta.

 

-¿Cuáles son las consecuencias?

 

-¿Qué tendrían que haber hecho los personajes con esa situación?

 

 

Conclusiones del tema.

 

-Presentar estrategias adecuadas para resolver conflictos como:


-Identificar el problema.

 

-Escuchar sin prejuicios.

 

-Respetar al otro.

 

-Ser responsable de nuestros propios actos. 

 

-Cuáles son los motivantes; identificar el problema; la persona se debe ir, se debe aislar del problema; respirar y si no se puede aislar del problema, decir que más tarde lo resuelven; encontrar un objeto como un almohadón donde se van a descargar todas las emociones reprimidas del día.

 

 

Relajación

 

-Presentación lúdica a los escolares sobre lo que es relajación y sus beneficios a nivel espiritual, social          y cognitivo.

 

-Música de relajación.

 

-Técnica de tensión–distensión.

 

-Técnica de respiración.

 

-Técnica de frotación de manos y ojos.

 

-Técnica de selección de objetos tranquilizadores que permitan canalizar emociones (música,abrazar una almohada, ver fotografías).

 

-Promoción de la actividad física como actividad de  relajación.

 

-Técnica del dibujo y el garabateo.


 

Las habilidades prosociales

Fundamento de la convivencia

Practique con sus alumnos de manera especial durante esta semana las siguientes destrezas sociales:


Ignorar (no responder a la provocación) – No retaliar (No buscar la revancha)

 

La provocación consiste en la `incitación repetitiva´ por medio de formas de agresión verbal (insultos, burlas, etc.) o agresión física (empujones, arrebatamiento de objetos, etc.).

 

Con alguna frecuencia, el agresor recurrente disfruta al obtener `atención negativa´ a través de la provocación.  Podríamos suponer que de esa manera logra la atención que no obtiene en otros espacios. Hay que enfatizar que este patrón se instala de manera inconsciente, no intencional.  En algunos casos, varios agresores se reúnen en la provocación, lo cual intensifica su poder.

 

Ante la provocación, la víctima tiene varias opciones:

(a) someterse, es decir, dejarse molestar mientras se muestra afectada por la agresión. (b) Retaliar (buscar revancha), caso en el cual la víctima se convierte a su vez en agresor. (c) Ignorar la provocación, es decir, no hacer caso y no mostrarse afectada o, si es necesario, retirarse calmadamente de la escena de la agresión.

Cuando la víctima responde a la provocación sometiéndose o retaliando, le está brindando al agresor la `atención negativa´ que él inconscientemente busca.  Es ampliamente conocido en el lenguaje popular que para el agresor es placentero `molestar´ a las personas susceptibles.

 

De otra parte, al responder a la agresión, ésta es promovida, ya sea porque tiende a afianzarse el lugar de la sumisión o porque quien responde agresivamente puede suscitar una escalada de violencia.  Por el contrario, la indiferencia serena, ante la provocación la desestimula.

 

-Durante la semana, reflexione con los niños sobre lo que es la provocación y lo que sienten ellos ante ésta.

 

-Debata también con ellos sobre los efectos de responder a la provocación, tanto para el agresor como para la víctima.  Hable con ellos de la inconveniencia de la `sumisión´ ante el agresor.  De igual manera insista en la no justificación de la revancha: la violencia nunca es aceptable, ni siquiera como venganza.

 

-Construya con los niños alternativas sanas de respuesta ante la provocación.  Muéstreles cómo al ignorarla se están haciendo respetar (le están expresando su desacuerdo al agresor) pero sin involucrarse en la violencia.

 

-Reflexione con ellos sobre formas de serenarse ante la provocación y modos de autogratificarse, por la valiosa actitud de no responder a la violencia con violencia.

 

-Dramatice con ellos escenas en las cuales alguno es molestado sistemáticamente por uno o varios niños y él ignora tales conductas de manera tranquila.

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